Políticamente incorrecto

miércoles, 16 de enero de 2013

Aminatu y la resistencia


Antes de partir hacia Tindouf llevaba en mente la entrevista a la activista saharaui Aminatu Haidar, que había visto unos días antes. Decía ella: "Ya no encuentro palabras para guiar a las nuevas generaciones de jóvenes saharauis, pero sigo teniendo una fe ciega en la resistencia pacífica".

Después de visitar los campamentos de refugiados saharauis mi visión ha cambiado. Me siento más culpable, más responsable de su situación, pero a la vez más concienciado. Jamás me hubiera imaginado que entre esas cuatro paredes de adobe donde nos alojamos encontraría tantos y buenos sentimientos, esperanza y ese gran compromiso por la libertad. En ningún momento el desaliento, y después de 37 años de injusticia, razones no les faltarían para ello.


Tiempo en el que sus ojos, perdidos en el horizonte lejano del desierto, han visto pasar toda una vida por delante sin más perspectivas que la de sobrevivir cada día en esa parte árida y dura del desierto. La situación allí, a pesar de la alegría y la bondad de sus gentes, es desesperante: Contemplan su negro futuro mientras España (su potencia administradora) y el resto de la Comunidad Internacional miran para otro lado a la hora de velar por los Derechos Humanos de los saharauis que viven en los territorios ocupados, violados sistemáticamente por Marruecos. El referéndum de autodeterminación, prometido por la ONU en 1991 dentro del proceso de descolonización, sigue sin celebrarse mientras el número de colonos marroquíes aumenta cada día.

Hablando claro: La clave, como siempre, es el interés económico. Si los saharauis, en vez de Marruecos, controlaran la parte del Sahara rica en recursos pesqueros y mineros, el problema se habría solucionado hace tiempo. Y esto es lo indignante, la primacía de intereses económicos por encima de la justa causa y de la violación de derechos de conciudadanos nuestros. También es triste y alarmante la  pérdida de confianza en la Comunidad Internacional. Para un pueblo que resiste pacíficamente desde hace 20 años confiando en las resoluciones de la ONU, no podemos fallarle. Como nos comentó un joven saharaui, no podemos transmitir el mensaje de que el único idioma que entiende el mundo es la guerra.

Ante esta injusta situación que se ha alargado 37 años, los saharauis contemplan 2 opciones: una solución política o la guerra contra Marruecos. Desde mi egoísta y humilde opinión creo, como Aminatu, que la verdadera fuerza y potencialidad de la causa saharaui radica en su resistencia pacífica. Sin embargo, entiendo su desesperación. Pero, a parte de las desgracias humanas que conlleva cualquier guerra, ésta significaría intentar atravesar un muro con tantos soldados marroquíes como habitantes tienen los campamentos saharauis, rodeado de 5 millones de minas y con radares comprados con dinero de la comunidad internacional. Además Marruecos ha podido enriquecerse con nuevo armamento. Ir a la guerra sería como tirarse de un precipicio en caída libre. Espero que aquellos que les animan a ello cojan las armas y les acompañen, de lo contrario sería tan temerario como empujar a alguien precipicio abajo mientras desde arriba miramos la inmolación de quien, animado por nosotros, se hizo mártir debido a la inacción de nuestros gobiernos, y por tanto de nuestra falta de control sobre éstos.

Por tanto, pase lo que pase, nuestra tarea es evitar a toda costa esa tragedia y trabajar por dar una salida definitiva al conflicto, que no es otra que la resultante de seguir las recomendaciones de la ONU y cumplir la legalidad internacional. Creo que el pueblo saharaui es uno de los más dignos y fuertes del mundo ya que su fuerza es directamente proporcional a su resistencia. Es fácil comprobarlo porque es la razón por la que Marruecos sigue torturando presos saharauis, violando sus libertades, patrullando el muro, amedrentando e incluso secuestrando cooperantes (conviene recalcar, en contra de la opinión del ministro Margallo, que durante todo el viaje gozamos de una gran seguridad gracias a la organizacióm de CEAS, la policía argelina y el Frente Polisario). Todos los totalitarismos funcionan igual, buscan el desestimiento y el abandono. Quieren que los saharauis pierdan la esperanza y crean que no hay nada que hacer. Si desistes, ellos ya han ganado. Por eso el pueblo saharaui sigue teniendo fuerza después de tantos años, porque nunca ha desistido en su lucha por la libertad.

Pero de igual modo, si pedimos que resistan no podemos quedarnos cruzados de brazos, habremos de darles motivos para ello. Debemos trabajar para extender el conflicto en todos los medios de comunicación posibles, entre nuestras amistades cercanas, debemos concienciar al mundo sobre esta grave injusticia. Debemos presionar a nuestros gobiernos, y especialmente al gobierno de España para que reconozca la República Árabe Saharaui Democrática y actúe en consecuencia. Debemos exigir que no lleguen a acuerdos con quien no respeta los Derechos Humanos, que excluyan las aguas del Sahara Occidental de los acuerdos pesqueros con Marruecos, y un largo etc.

Ojalá esto se solucione antes de llegar al borde del precipicio. Al fin y al cabo, según Ghandi, "A lo largo de la historia siempre ha habido tiranos y han parecido invencibles, pero siempre han acabado cayendo. Siempre". Y entonces los saharauis escribirán su destino en libertad porque, como dijo Albert Camus, "Los resistentes tienen la última palabra".


1 comentario:

  1. Los dictadores duran lo que dura una vida. Muy poco. Un pueblo existe mientras existe su lucha por la libertad. ¡Sáhara Libre!

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