Políticamente incorrecto

miércoles, 19 de marzo de 2014

Las líneas rojas en política


En política es importante que un partido tenga claras sus ideas, su forma de afrontar los retos que se le presentan y los problemas de los ciudadanos de su país, así como buenas recetas para solucionarlos. Pero no es lo único  que se le pide a un partido político, o al menos a uno que aspire a ser una alternativa seria y sirva como instrumento al servicio del ciudadano, que por cierto, es el único fin de un partido político a pesar de que esto olvide con demasiada frecuencia. 

No menos importante resultan sus principios éticos y políticos o lo que es lo mismo, que esté bien definido aquello que el partido nunca hará o permitirá. Por ejemplo, en UPyD hemos decidido que bajo ningún concepto permitiremos imputados en nuestras listas, no entraremos a formar parte de los consejos de administración de las cajas de ahorros, ni participaremos del reparto del poder judicial entre partidos. Creemos en la separación de poderes.

Son algunos ejemplos, pero hay uno más importante que tiene que ver con la propia democracia: Nunca legitimaremos ni llegaremos a acuerdos con aquellos que justifican décadas de terrorismo y persecución totalitaria contra la ciudadanía. Aquellos que no sólo no han renunciado al proyecto totalitario de ETA, sino que pretenden llevarlo a cabo desde dentro de las instituciones democráticas. Dejarles estar ahí sin renunciar a su historia es el precio que han pagado PP y PSOE para que dejen de matar. Y esto sí es corrupción, la mayor y más grave de todas.

En democracia hay unas líneas rojas que no se pueden traspasar. Unas líneas que el Partido Socialista se disponía a cruzar en Navarra hasta que Rubalcaba frenó aquel disparate. Bajo la excusa de un caso de supuesta corrupción en el Gobierno de Navarra, el Partido Socialista pretendía escenificar una moción de censura con el único objetivo de alcanzar el poder de la mano de Bildu. ¿Acaso no es el PSOE también responsable de la corrupción que campa a sus anchas en nuestro país? ¿Acaso no es corrupción el atraco a la justicia perpetrado por PP y PSOE y otros partidos de la oposición? Esa intromisión de los partidos políticos en la justicia que impide a ésta actuar de forma independiente, hace que sea imposible juzgar casos puntuales de corrupción protagonizados por políticos, que en muchos casos son también aforados. De hecho Barcina se libró de ser juzgada por el caso de las dietas de Caja Navarra debido a su aforamiento.

Por eso es evidente que la preocupación del PSN no es la corrupción, al menos no aquella de la que ellos mismos son responsables. El PSN buscaba derribar al gobierno de Barcina pero necesitaba para ello una mayoría que requería el apoyo de Bildu. Es decir, los socialistas aspiraban al poder pero con Bildu como vehículo para alcanzar ese objetivo. Lo que parecían obviar era el precio que éste les cobraría por el trayecto. Ningún demócrata puede estar dispuesto a pagar ese precio que no es otro que la legitimación y el blanqueo de un partido que todavía no ha pasado el filtro democrático (aunque haya pasado el filtro legal debido a la politización de la justicia y su uso partidista).

Nadie puede acusar a UPyD de ponerse de perfil o de no combatir la corrupción de este país, pero tampoco nos podrán acusar de la irresponsabilidad de legitimar a Bildu. Tenemos claras nuestras ideas y propuestas pero también aquello que no haremos ni permitiremos. Nunca para frenar una corrupción o presunta corrupción, daremos alas a la peor corrupción, aquella que atenta contra la propia democracia. Y así lo diremos y repetiremos hasta que nos entiendan, puesto que no sólo se trata de explicarlo e intentar convencer de esto a los ciudadanos u otros partidos, sino también de reafirmarnos nosotros mismos.

Nuestro compañero Aurelio Arteta, que cierra la lista de UPyD al Parlamento Europeo, cita en su libro “Tantos tontos tópicos” una historia que cuenta Norman Manea: En ella se habla de un rabino al que le preguntaron: “¿Por qué continúas predicando, si sabes que no puedes cambiar a los malvados?” Y su respuesta fue: “Para no cambiar yo”.



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