Políticamente incorrecto

jueves, 10 de octubre de 2013

Defender lo común


En un tiempo de continuo bombardeo propagandístico nacionalista, ha llegado la hora de defender lo común. Defender la unidad de España no significa defender una identidad o un sentimiento; significa defender un Estado formado no por territorios, sino por ciudadanos (que somos los únicos sujetos de derechos) que residen en diferentes territorios y que pueden tener diferentes identidades, sentimientos o creencias, pero son iguales ante la ley al margen de todas esas consideraciones. Y la ley no va a resolver nunca las creencias ni sentimientos de nadie, ni mucho menos imponerlas como dogma a todos los ciudadanos (experiencias hay en la historia como para no repetirlas). La ley es, precisamente, el marco que permite la convivencia de todas ellas sin que éstas supongan diferencias en cuanto a derechos.

Solo esto y nada más es lo que hay que explicar a los ciudadanos, sin estridencias sentimentales ni apelaciones a la catalanización o españolización, por otro lado conceptos cuyo significado desconozco completamente.

El problema no son, como muchos piensan, los nacionalistas, sino los partidos nacionales que debieran defender la Constitución pero se comportan como ellos o ceden a sus pretensiones bien por complejos, hipotecas territoriales o porque saben que tarde o temprano les necesitarán para gobernar. Todo ello en un escenario político generado por una injusta ley electoral que da a los nacionalistas ventajas indebidas respecto a otras formaciones nacionales.

Flaco favor hacen también los medios de comunicación, tertulianos o políticos que rezan una y otra vez la jaculatoria de moda: el "derecho a decidir", esa fórmula mágica tan "democrática" que no es otra cosa que el derecho de unos pocos a decidir que el resto no decide. Es decir, la imposición.

La última exhibición sentimental fue una cadena humana, simbología que explica muchas cosas: cadenas y sometimiento a la tribu frente a ciudadanía y libertad. No puedo evitar ver como algo ridículo una cadena humana defiendo no se sabe qué supuestos derechos de no se sabe qué raza otorgados por no se sabe qué ente superior. Pero es que el nacionalismo, como cualquier otra religión, requiere de actos de fe por parte de sus fieles.

La Constitución, sin embargo, es algo empírico, aprobada en su día y con los mecanismos adecuados para modificarla. Pero nunca saltándonos la ley. Además tiene la gran ventaja de ser incluyente: todos los ciudadanos caben, nadie tiene que verse obligado a elegir.

El caso es que, en vez de buscar la forma de retorcer las leyes para intentar contentar al nacionalismo, alguien debiera explicarles eso que Albert Boadella dijo muy acertadamente una vez: "El nacionalismo es la exaltación de un vulgar accidente sexual que establece diferencias por el hecho de haber nacido en uno u otro lugar".

Y el sexo es algo muy personal, no sujeto a legislación.

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